viernes, 4 de noviembre de 2016


Diario de Ávila

Lo social

Por: Pilar Álvarez A.

Crispación social es la palabra justa.

Tengo la ligera impresión que nuestra sociedad por lo que veo, y escucho, anda muy crispada, palabras mal sonantes rayan claramente al insulto, y una se pregunta ¿hay que tolerar? ¿es tiempo de tolerar? ¿pero como tolerar al intolerante? es complicado.

Nuestra España fue tomando formas de  respeto y tolerancia en los últimos años, y se han ido dejando ciertas expresiones que verdaderamente son en este siglo XXI  una mala herencia para la educación de los niños de ahora, esos que tendrán que convivir en un sistema de globalización, por lo tanto no cabe, no caben ciertas expresiones, y es que el libre albedrio, hay que saber usarlo, como también la prudencia, esta última, es buena compañera del viaje en lo social. Pero alguien parece haber sembrado, no ya sal, sino ácido sulfúrico en la convivencia, sin haber aprendido el espíritu de la tolerancia, de la comprensión, y nos hace mucha falta conciliar esfuerzos, buscando el denominador común de cuanto nos une, y no de lo que nos divide, sin renunciar por ello al propio ideario.  Pero quedan muchos flecos, que tenemos que corregir, pienso que la solución, aún más que en las estructuras de poder, está en la base, es decir, en la sociedad misma, hay que revisarnos, es la hora de más sociedad, ejercer foros de dialogo sosegados, minoritarios fermentos que, a la larga, han de tener efectos positivos para la sociedad, en definitiva, un foro de referencia, y un modelo a pequeña escala del deseable estilo de convivencia.

Algo también es urgente poner atención a la violencia existente, esa que nos acompaña constantemente en sus múltiples formas, se extiende día a día en proporciones alarmantes. Tal vez no resulte desacertado afirmar que nuestro mundo -y con él nuestro país- se ha vuelto violento. Hoy  una de nuestras necesidades urgentes ante la violencia es contar con expertos en las profundidades del corazón humano en esa zona, siempre misteriosa, de nuestros apetitos sensibles donde sopla el huracán de las pasiones, allí se da la gran batalla cotidiana de la libertad, y  sólo desde lo moral es posible que las pasiones ingrese en el orden de la razón. Y es que la violencia va contra la naturaleza de las cosas, contra el hombre mismo, contra el recto orden social.

Hemos empezado por las expresiones verbales mal “sonantes” yo diría más bien  “ofensivas”,  las mismas que nos han llevado al último tramo, la violencia ¿pero qué mueve a una voluntad humana a ejercer la violencia? Pregunta compleja cuya respuesta no es posible responder si no nos detenemos, siquiera brevemente, a examinar las raíces de nuestras acciones voluntarias. En definitiva ¿qué lleva al hombre a ejercer la violencia por fuera del recto orden moral? el odio y a la ira, recordemos que el odio es una cierta aversión o contrariedad que devora y consume y guarda por ello un cierto parentesco con la ira, en la raíz última de la violencia, odio que se resuelve en una iracundia crispada que se expresa en las múltiples formas que asume la violencia.

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