lunes, 24 de noviembre de 2014


Lo social

Columna de Opinión
Diario de Ávila
Por: Pilar Álvarez 


La muerte olvidada de un Dominguín.

Cuando faltan pocos días para la feria taurina de Jesús del Gran Poder en Quito, me viene a la memoria, la historia entrañable y a la vez aventurera, de dos Salmantinos que han pasado a formar parte, de la historia Taurino en Quito, Manolo Cerezo Pombo, y su esposa Avelina  Hernández, Manolo Cerezo, destacado mayoral de ganado de lidia, era también un excelente picador de toros, y muy conocido en el circulo empresarial taurino en España. La idea de ganar algo de fortuna,  les llevaría al Ecuador de la mano de Don Luis de Ascásubi, a la hacienda más antigua y con más prestigio del Ecuador, Hacienda Guachalá, con un firme propósito, la crianza de ganado bravo para la lidia taurina, así se formo la ganadería Santa Mónica, ganadería que debería cumplir con los compromisos taurinos, tanto del Ecuador, como los de Venezuela,  Colombia, y Perú. Firmaron un contrato por cinco años, pero el destino tomo otro rumbo diferente, y esos cinco años, se convirtieron en toda una vida. Dialogaron con mi persona, por el espacio de catorce años consecutivos, me contaron muchas anécdotas taurinas, así como también, como al principio trasladaban los toros bravos desde España vía Venezuela, en las bodegas de un avión, donde algunos no llegaban a su destino, Cayanbe Hacienda Guachalá, por asfixia en la bodega del mismo. En la Hacienda Guachalá  nacieron sus cuatro hijos varones, fueron tiempos difíciles donde se tuvieron que acostumbrar a convivir con los nativos de la zona, aunque para estos, tanto Avelina como  Manolo, les fueron de gran ayuda, en situaciones complicadas, llegaron a ser padrinos de unos cincuenta niños, hijos de indígenas trabajadores de la misma hacienda.
Trascurrido un tiempo, la plaza de toros de Quito la adquieren como empresarios, Domingo Dominguín, y Luis Miguel Dominguín,  dinastía con prestigio tanto en  España como  en Latinoamérica. Es entonces, cuando Manolo Cerezo, forma parte de la cuadrilla de Domingo Dominguín, como experto picador de toros. Pronto surge una gran amistas y confianza entre ellos, tanto, que Manolo Cerezo aconseja a Domingo Dominguín la compra de la Hacienda el Ranchito,  donde se iban dejando los toros sobrantes de la feria de Quito, así dicha Hacienda fue teniendo ganado bravo de lidia. Más el día  trece de Octubre de 1975 viajan a la Feria Taurina de Guayaquil Ecuador, descansaron en un hotel de la ciudad hasta la hora de la corrida,  Manolo insistió al Maestro Dominguín, para que fueran a la plaza. Sin embargo él le manifestó que se adelantara, y que le seguiría. Dominguín jamás fue a la corrida; es más cuando Manolo Cerezo regresa al hotel, se encuentra con la desafortunada sorpresa de que se había suicidado. Los motivos se quedaron sin aclarar. Sin embargo el Maestro había pedido anteriormente que sus restos reposaran en Cayambe, donde la plaza de toros lleva  su nombre  como un homenaje de cariño de quienes le conocieron.  Dominguín, estaba casado con Aura Lucia Mera, que venía de otro matrimonio con el Gobernador de Cali Colombia, mujer de la alta aristocracia caleña, su relación con el escritor Gracia Márquez era muy especial al que admiraba mucho. Ante la muerte de su esposo, decide reunirse con su familia en Cali. Le propone a Manolo Cerezo Mayoral de la Hacienda el Ranchito, que se compre dándole a su vez toda facilidad de pagársela cómodamente. La hacienda el ranchito está llena de fotos de Grandes Maestros del Toreo Españoles, de recuerdos, de nostalgia, en ella se  decidían los toreros que irían en los carteles de la feria de Quito. Los que hemos tenido la suerte de disfrutar de este rincón con Mayúscula Taurino, más el cariño de  la familia Cerezo Hernández, los recordaremos por siempre en el corazón.
 

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