Nacida el 4 de junio de 1879
Navalsaúz, hija natural de
Celestino Sánchez y Juana del Pozo, Francisca Sánchez del Pozo tuvo una
infancia dura, en la que tuvo que ayudar a sus padres, y su amplia lista de
hermanos para salir adelante. Ni que decir tiene que no tuvo acceso a una
mínima preparación en la formación educativa, tampoco era habitual por aquel
entonces en las familias de clase humilde poder costear la educación de sus
hijos, más bien el reto, era la mantención, por lo que llegó a su juventud sin
saber leer ni escribir. Pero si a pensar y sentir, algo que la llevo al camino
correcto, con los valores más elevados para ser fiel compañera del poeta
Nicaragüense Rubén Darío llamado “Príncipe de las letras Castellanas”. La
mañana que se conocieron en 1899 sellaron para siempre la primera mirada, ese
que señala al corazón la intuición de crear el verdadero amor entre dos
personas que solo la muerte rompería.
El poeta viajo a Navalsáuz, hasta la ciudad de
Ávila en tren, y luego recorrería los más de 60 kilómetros que separan la
capital abulense de Navalsáuz a lomos de un burro, así relata el propio autor
su periplo en busca de su amada, para pedir la mano a sus padres, a quien les
explica su estado civil, ya que era casado, en esa misma visita, prometa ha Celestino Sánchez poner
todos los medios para arreglar su situación, y poder casarse con su hija,
expresando con firmeza, que él la amaba por
encima de todo.
Precisamente hoy deseo escribir
sobre Francisca Sánchez, y me pregunto por qué no tenerla presente como una de
las mujeres de nuestra historia, “porque
ella no” ella precisamente, la mujer que tenia una de las virtudes más
difíciles de practicar, ¡la humildad!,
como también la practica en la tolerancia, pero sobre todo la generosidad de
amar al otro, poniendo en ello su propio legado, ese que se trasformaría a
través de Rubén Darío en poesía. Fue
elegida para ser la fiel compañera, por lo tanto hemos recibido un legado que debería de llamarse “bienes gananciales” ella que durante dieciséis años no solo inspiro
su creación, sino que supero con tolerancia sus largas ausencias, debido a sus cargos diplomáticos, como
también la pérdida de los cuatro hijos nacidos del amor que se tenían.
La Revista Cultural El cobaya, que dirige con éxito José María
Muñoz Quirós en su última edición, está dedicada precisamente ha Rubén Darío, cien
años después de su muerte, en ella
encontramos también la fuerte presencia de Francisca Sánchez en un bello testo
con sentimiento profundo, de amor y dolor, escrito por nuestra Concejala de Cultura
Sonsoles Sánchez Reyes, el mismo que me impacto para reflexionar sobre lo dicho
anteriormente sobre esta gran mujer. Fuiste mío, Tatay. Jamás pude retenerte,
pero me perteneciste. Fui tu inspiración, baile ante ti desnuda una danza de musas hambrientas, y pague el precio
de aquellos tiempos. Fui tu amante, tu sueño, tu retoño, tu madre, tu esposa,
tu reina. Fui tu esclava, tu olvido, tu remordimiento, no fui nada fuera de ti.
Sólo yo fuimos tú. Sólo tú fuimos yo. Sin repara en que eras mío, nos robaron
nuestro tiempo Tatay. Pasé mi vida despidiéndome de ti pero no pude verte
claudicar ante la muerte en el postrero adiós. No pude beberme el océano condenado
a distanciar nuestros últimos destinos. No pude gritar al cielo que gimiera
conmigo un dolor más grande que el que cabe en un solo corazón humano.
El poeta Amado Nervo bautizaría a Francisca Sánchez como
"La princesa Paca” título más que merecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario