miércoles, 22 de julio de 2015


La soledad de hoy:

Columna de Opinión.
Diario de Ávila
Por: Pilar Álvarez
 
¿Cómo se sobrevivió anteriormente a la soledad?, los asentamientos humanos apenas hacían un recorrido de diez kilómetros a la redonda desde su entorno, y la soledad solo la sentían cuando perdía su propio centro, donde todo se remolinaba a su alrededor. Si se alejaba era entonces donde el individuo se sentía solo consigo mismo, y esa soledad acompañada de la libertad que se tomaba en el alejamiento, fue donde descubrió que podía ser causa de sí mismo. Debería  pensar en sus actos, reflexionar, y crear desde su propio desarrollo.

Pero si los sentimientos hubieran precedido a todo esto, como sería lógico, el gran sinsabor primero del individuo, hubiera sido la soledad, por la ausencia de aquello en lo que creía, sentía y amaba. Mas el sentimiento humano surgió, y acompañado de la empatía, fue y es, el acicate principal del comportamiento humano social, evitando con ello la agresividad, y formando por lo contrario,  la buena convivencia dentro de un orden social.

 Pero la realidad del siglo XXI nos dice muchas cosas más, que las grandes ciudades están llenas de solitarios, que crece el número de viviendas ocupadas por una sola persona, que el trato físico se sustituye por las relaciones a distancia, por Internet, que  es una epidemia que va en aumento y que apenas se habla ya de ello. Los individuos no se han entrañado ni abrazado más entre sí, y la relación en el cuerpo a cuerpo sigue debilitándose, y la máscara ha máscara, aumenta y prolifera. La aventura de ser un individuo diferente o, mejor, siempre dependiente de la imagen proyectada en los demás, se ha provisto ahora de un artilugio mediante el cual la apariencia de nuestra identidad se enreda con nuestras artes de engaño. ¿En qué punto, se encuentra hoy aquella amistad que amortiguaba la desazón de estar solo? ¿Dónde se halla el gocé de la compañía y el apoyo contra la soledad?  El inconveniente de la soledad en relación a la visión del mundo reside en que una idea o una opinión mantenida en solitario es prácticamente igual a una creencia, mientras la idea compartida se vuelve convicción y ayuda ha trazar itinerarios comunes y a formar un mapa iniciático del que irá hilvanándose una más alegre concepción del mundo.

Pero la especie humana prefiere, en general, no convivir demasiado junta. Precisamente, lo peor de la cotidianidad de las abejas procede de su obligatoria, eterna y hacinada colaboración. Nada parecido al orden de los seres humanos, que encuentran en la soledad una ocasión de lavado y salud precisas. El mundo avanza de esta manera como en un frente de infinitas relaciones ligeras. Vivimos o navegamos, y en lugar de llegar hasta el fondo del otro.

Crece la conexión y hasta la implicación, pero no los compromisos fuertes ni los extrañamientos hondos. De la misma manera que el saber actual es más superficial que profundo, la relación con las personas a través de la Red conforma un modelo ha su imagen y semejanza.

¿De qué nos sirve tanta globalización, tanta tecnología para que estemos más conectados que nunca, si nos sentimos más solos que nunca? ¿Y es que dentro de nosotros hay un deseo que no se ha satisfecho? ¿Hay una soledad muy difícil de superar y que a la vez es desgarradora estar solos en compañía? ¿En esa compañía casi impuesta por un sinfín de condicionamientos y para siempre, que lo único que funciona en ella es la hipocresía y el mal comportamiento según otros? ¿Pero es soledad disfrazada? Que gasta la vida día, a día, sin que tengamos quizás, “la libertad de sentirnos triste”. Pero este universo de contactos innumerables seguirá a través de la Red, con más gentes sin tener que sufrir la penalidad de su aliento, y sin su extraño o atosigante tufo.

 

No hay comentarios: