sábado, 13 de diciembre de 2014


 
Lo social

Columna de Opinión
Diario de Ávila
Por: Pilar Álvarez


La duquesa….
Hace unas semanas nos hemos quedado sin ella, sin sus veraneos en “Ibiza”, donde nos mostraba sin sentir ridículo alguno, sus pulseras, sus biquinis, así como “sus años tendidos al sol”. Esta mujer que con toda naturalidad “se dejo conocer por el pueblo”, nos ha dejado. Pero nos han quedan muchas de esas imágenes que no escondió, sus novios que nos mostró, las bodas que celebro, así como sus múltiples aficiones que disfruto, pero sobre todo, el coraje de vivir, sin poner edad al momento, se sentía libre ante los chismorreos, sobre lo que sentía y deseaba hacer, valiente, hasta el final, atrevida, “pero querida al mismo tiempo”. Ella era mucho más que eso, era Cayetana Fitz−James Stuart y Silva, XVIII duquesa de Alba. Heredera de aquella duquesa María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo XIII de la que según Cayetana XVIII, niego rotundamente que fuera amante de Goya.

 Nació en palacio de Liria, un 28 de marzo 1926, esa misma noche grandes ilustres se encontraban cenando en los salones del mismo, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset, y Ramón Pérez de Ayala, grandes críticos de la monarquía, y del que sería posteriormente su padrino Alfonso XIII, gran amigo de la familia, y del que la propia duquesa diría años después, que era tierno y amable, con el que conversaba en ingles en muchas ocasiones. Tuvo una infancia con luces y sombras, pues se quedo sin su madre, María del Rosario Silva y Gurtubay con solo siete años, de esa época, le quedaron aquellos amargos recuerdos, los de no poder estar a su lado, y solamente de lejos contemplar, como la propia enfermedad, la iba apagando día adía. Paso mucho tiempo, hasta que entendió que su madre había tenido tuberculosis. Sintió adoración por su padre, el mismo que ejercía tanto la severidad como el cariño hacia ella, aunque tenía muchas ocupaciones procuraba estar el máximo tiempo posible al lado de su hija, hombre viajero con el que recorrió el mundo, ya que le consideraba excelente compañero de viaje, y muy culto. Estos viajes los alejaban a los dos, de la tristeza que existía en el palacio, sin la presencia de su madre, y para aprovechar al masivo, el tiempo de estar juntos.

La guerra civil española la sorprendió en Sevilla, pero pronto se fue a Inglaterra, donde vivió la guerra mundial, añorando ha España constantemente, y donde también reciben tanto ella como su padre, la noticia del bombardeo del Palacio de Liria, se le encogió el corazón. Con el tiempo, dejo para los historiadores, la cuestión del bombardeo de Liria. Años más tarde, también la muerte de su padre el 24 de septiembre de 1953, le produce gran tristeza en el alma. Desde Ginebra donde falleció, lo trasladan a España, y la duquesa se siente partida en dos, el era su sostén, su ídolo, su modelo. Sintió siempre en su corazón, que la historia no le hizo justicia. Para entonces ya estaba casada con su primer esposo, Luis Martínez de Irujo, el fue de gran apoyo para ella en todo momento, su matrimonio gozo de el beneplácito familia, ya que el también pertenecía a la aristocracia, y su familia figuraba dentro de los grandes de España. Artazcoz eran duques de Sotomayor y Marqueses de Irujo. Pero la dicha familiar se rompe, después de tener seis hijos, Luis Martínez de Irujo cae enfermo, lo trasladan a Houston le acompañan, su hijo Carlos y su cuñado Manuel Lorig, conde de Mieres. El informe médico resulto peor de lo esperado, y a los pocos días de su regreso a España fallece.

Pasado un tiempo nuestra duquesa se casa por segundas nupcias con José María Martin Patino, aunque al principio todo resultaba incomodo familiarmente, la balanza de este enlace resulto positiva, pues ella misma afirmo en varias ocasiones que gozaban, de un enamoramiento mutuo. Decía que era tan genial que no tenía palabras para describirlo. Pero otra vez la suerte no se hace presente en su vida, y por segunda vez se queda viuda, el once de mayo del 2001, fallece Jesús. La casa de Alba siempre a agradecido, a su persona la dedicación prestada en todo lo que concierne al Ducado Alba. El transcurrir de la duquesa sigue, y muera estando casada con Alfonso Diez Carabantes. En sus últimos años quería respirar vida, en cada momento, en cada instante, no deja de soñar con viajes… siempre con sus modelos que rompían con lo clásico, o no salían de lo clásico, el caso es que ella, era única, e irrepetible, vive y deja vivir ese era su lema.

No hay comentarios: