lunes, 3 de febrero de 2014


 
Lo social
 
Columna de opinión
diario de Ávila  
Por Pilar Álvarez
 

 Es necesaria
 
Tanto a nivel individual como histórico considero que la educación es una acción urgente, y que “si no acometemos” en serio la tarea educativa, aumentará inevitablemente el número de los excluidos de la vida social y de trabajo.
 
La educación y formación ciudadana, no es sólo compromiso de  esa formación curricular, sino también de la educación no formal, como la familia, los medios de comunicación, el ambiente social… compromiso este, del que no está excluida ninguna de las profesiones. Como toda propiedad humana es el resultado de un quehacer, la ganancia de un proceso que empieza con la educación; la formación no se refiere únicamente a la adquisición de habilidades profesionales, sino también a la capacidad de utilizarlas desde los valores éticos de la ciudadanía, desde los valores de una ética cívica, consciente de la igualdad y dignidad de todas las  personas, sean cual fueren sus capacidades mentales y profesionales.
 
Educar en estos valores es condición indispensable para conseguir un mundo en que se respete como iguales en dignidad, a los que no lo son, en la convicción de que a ser ciudadano se aprende, pero no desde una ley imperativa, ni a través de castigos, sino a través de una educación que se concibe fuera de los marcos tradicionales y que nos invite ha adquirir las predisposiciones necesarias para apreciar y para degustar una excelente educación.
 

Educar en valores consistirá pues, en cultivar esas condiciones que nos preparan para degustar ciertos valores, precisamente esos,  que decimos que son necesarios en una ciudadanía. Pero además, considero que ayudar a cultivar las facultades intelectuales contribuye a educar a la ciudadanía tanto local como universal.
 
Hemos ido aprendiendo al hilo de los siglos que cualquier ser humano, para serlo plenamente, debería ser libre, y aspirar a la igualdad entre los hombres, también debe ser justo y solidario para así respetar activamente su propia persona y la de los demás, destacando en valores morales, como son justicia, solidaridad, honestidad, tolerancia activa, disponibilidad al diálogo, trabajar por la paz, por  el desarrollo de los pueblos, conservar el medio ambiente y entregarlo a las generaciones futuras, no peor que lo hemos recibido, y sobretodo hacerse responsable y entender que lo que construye una comunidad es tener una causa común.
 
Por eso, pertenecer por nacimiento a una raza o a una nación es mucho menos importante que perseguir con otros la realización de un proyecto. Esta tarea conjunta, libremente asumida desde una base natural, sí que crea lazos comunes, sí que crea comunidad.  Fue haciéndose patente que una semilla de universalismo está entrañada en los seres humanos, una semilla que ha ido convirtiéndose en árbol a través de las tradiciones herederas del universalismo ético, tanto religiosas como políticas, unas y otras convienen.  Kant nos decía “la humanidad tiene un destino, el de forjar una ciudadanía cosmopolita, que, por ser justa, haga sentirse y saberse, hombres ciudadanos del mundo en una suerte de ética Universal”.
 

La realización de estos valores depende de la libertad individual, es decir, de cada persona, y por ser humanos y humanizadores son estos, además de defendibles, “valores” que universalizaríamos, y en adelante formarían parte de la humanidad gracias a una labor histórica que debe asumir su compromiso con el futuro también a través de la educación.

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