viernes, 8 de noviembre de 2013

Analizando

Columna de Opinión
Diario de Ávila
Por: Pilar Álvarez

La adolescencia se diferencia en cada generación con una forma de hablar que le es propia. Esto es parte del desarrollo de cualquier joven, pero el lenguaje no es sólo un medio de comunicación sino una herramienta a través de la cual mientras más completa sea nuestra habla, más fácil podremos entender la información que recibimos, y expresar lo que queremos, y resolver situaciones diversas. Un lenguaje rico desarrolla nuestra capacidad de análisis porque nos permite tener más categorías para organizar el mundo que nos rodea, y esto ayuda a que entendamos mucho mejor ciertos conceptos abstractos.

El problema ocurre cuando los modismos y expresiones de nueva generación limitan el desarrollo de un lenguaje más rico y más elaborado…..Para nosotros los adultos ciertos modismos nos confunden nos parecen una falta de respeto y no entendemos que ciertos investigadores del tema nos digan que los jóvenes de ahora hablen así porque así es como necesitan hablar, y que esto les facilita la comunicación con otros jóvenes de su generación.

Pero no todos usen las mismas palabras ni las mismas expresiones, ni los procedimientos de lenguaje propio, sin embargo, sí son muy similares. Ellos tienen sufijos muy curiosos, como '-eto', '-eta': novieta, bareto, camarata, segurata, broncata, ordenata... todo esto se considera típico juvenil. Hay otros característicamente lúdicos: 'estar de soliplás' por 'estar solo', 'qué peich' por 'qué pasa'... 'me voy de marchuqui', 'bacaluti', 'dabuti'... no es que pretendan ser ni más listos ni que no les entiendan... parece ser que lo que pretenden es disfrutar usando su lenguaje con sus iguales.

Y en contra de lo que dicen los agoreros, la lengua no se va a pique, la lengua evoluciona, y lo que hoy nos parece muy incorrecto dentro de un tiempo puede ser la norma. Porque la lengua está viva y evoluciona, y contra de eso no podemos hacer nada. Pero algo que no hay que dejar de corregir es aquello que nos marque como hablantes vulgares.

Tanto los padres como los abuelos sobrellevamos con tolerancia las expresiones que trasmiten nuestros hijos y nietos, con una falta de respeto que ralla la vulgaridad, y con la máxima prudencia les decimos que hay otro lenguaje otra forma de comunicación otra expresión que lleva respeto y amor. Quizás la causa de este fenómeno sea una defensa, un temor, que provienen del hecho de que el joven percibe ciertas amenazas dentro del grupo social al que pertenece. Pero nunca como hoy, los jóvenes han manejado un vocabulario tan diferente al del mundo de los adultos, un lenguaje a mitad de camino entre la diversión y la provocación que resulta incomprensible para todos los que no pertenecen a su mundo.

Creo que vivimos en un mundo en que cada vez hay mayor desprestigio de la experiencia, porque se trata de un valor sénior es un valor que todos desdeñan, porque a nadie le interesa aparecer como mayor. Los jóvenes son hombres nuevos y convencidos de que no tienen nada que ver con el pasado, entonces no ven la necesidad de la continuidad porque también esta puede ser ciega y nos le llevara a la evolución, también crecemos por las experiencias y estas son muy personales. Les cuesta aceptar el papel antipático del que, sin matar las expectativas explica las realidades y conviene recordar que la palabra autoridad proviene de augeo, es decir lo que hace crecer.

En el lenguaje social participamos todos, debemos ser un país que no le gusta la vulgaridad, que tanto nuestros hijos como nuestros nietos que en este momento viajan por Europa formándose hagan país desde donde estén.

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