domingo, 18 de octubre de 2015


 Lo Social.
 
Columna de opinión
Diario de Ávila 
Por: Pilar Álvarez 
 

¿Dónde nos lleva la desconfianza?
 
Nos lleva a ser unas personas, mal pensadas, recelosas, celosas, y por consiguiente, todo esto genera las inclinaciones al mal trato hacia los demás. Creemos que si nos sabemos mantener con respeto, y algo de sicología, más la templanza, podemos controlar y preservarnos de que nada de lo que rodea al otro, nos afecte. Y en la práctica no suele ser así.
Suelen pensar siempre que los demás les están intentando engañar o perjudicar de algún modo. Están muy atentos ha todo lo que los otros dicen o hacen, para luego interpretar a su manera ciertos comportamientos muy normales para el resto de los mortales. Pero lo más peligroso es cuando prejuzgan sin conocimiento cabal, la moral, la ética de las personas, “eso es intolerable”. Sin embargo se disculpan al decir que están tramando algo contra ellos, con lo cual, ya hay un culpable para sus acciones, para su comportamiento.
 Siempre encuentran algún motivo de sospecha, alguna señal oculta que a su juicio, que le desvelan los malos propósitos que los demás tienen hacia ellos. No creen en la lealtad, en la honestidad de los otros, aunque estos hayan adoptado por decisión propia la de querer ser ¡íntegros! por si mismos, por sus propios valores. Son recelosos incluso de las personas más allegadas a ellos, nunca llegan a confiar en nadie. Es arriesgado dejarse conocer enteramente por este tipo de personas, pues eso facilita mejor su tarea de perjudicar al otro, “al prójimo en sí”.
En el campo de los celos, esta personalidad suele ser extraordinariamente frecuentes. La desconfianza se extiende en un sentido amplio. Suelen tener siempre en la cabeza la posibilidad que su pareja les pueda engañar, en todos los planos, no solamente en el afectivo o sexual, sino también en el económico, con los hijos….Esta situación puede ocasionar problemas importantes en las relaciones afectivas en  las parejas, ya que la confianza es un pilar clave de la convivencia, y particularmente la conyugal. La desconfianza suele conducir a un distanciamiento afectivo, y muchas veces siendo inicialmente injustificada, termina provocando motivos que la justifican, ya que a medio o largo plazo, puede incitar al otro, a no decir la verdad, o al miedo.
Toda esta personalidad tiene algo de paranoia, más conocida actualmente con el nombre de trastorno delirante paranoide. Está alteración psíquica consiste esencialmente en la presencia de ideas delirantes, irreales, de las que se está plenamente convencido, a costa de una trama de detalles y de hechos minuciosamente relacionados. Hasta el punto de que aún resultando extraño y excepcional pueden llegar a  intentar convencer a los demás, y estos a su vez, empezar a creerles “aunque con recelo”.  No soportan que nadie logre engañarles, y se consumen si consideran que alguna persona ha podido reírse de ellos, estafarles, o tomarles por ignorantes, son exigentes con los que dependen de ellos, e intolerantes con sus defectos y errores
Al llegar al final de lo expuesto, plasmo la idea inicial del motivo de lo escrito, “el mal trato”, el “mal trato” que destruye a la persona al encontrarse con este tipo de personas con esta personalidad, y me viene a la memoria, miles, y miles, de mujer y porque también los hombres, que están, y estuvieron en esas situación de mal trato, sufriendo estas historias reales y muy presentes, aunque las  estadísticas nos dicen, que esta personalidad de la desconfianza es mas frecuente en el hombre que en la mujer, y creo en ello. Todos formamos, “la amalgama” donde debemos crear apoyo, tejido social, donde se sumen más de dos compases diferentes, como demuestra las notas musicales con su compas amalgama.

 

 

 

 

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