domingo, 6 de abril de 2014

Reribata y fuga :
Rafael Lopez Villar.
 
He dejado pasar un tiempo antes de decidirme a abordar el tema de la semana. La tocata y fuga, más bien derribata y fuga, de Esperanza Aguirre. Y lo hago desde el convencimiento de que hay una mirada al tema en la que ocupados en repartir chanzas, puyas y culpabilidades, casi nadie parece haber reparado y que es de la máxima importancia.
Cierto es, porque es cierto, que la apariencia esperpéntica de la escena –ex alcaldesa huye de la que fue su policía, que la persigue y sufre, algún agente no la policía en general, un ataque de ansiedad-, su desarrollo y su final son para que plumas como las de Mihura o Tono le sacaran todo el jugo disparatado que la historia sugiere, pero también es cierto, y es lo que a mí me preocupa, es que la historia tiene una faceta oculta que muchos ciudadanos que hemos tenido episodios con la policía municipal de Madrid, y no dudo que con muchas otras sea lo mismo, no podemos dejar de tener en cuenta. La presunción de veracidad de la policía municipal, de cualquier policía o entidad estatal, es una trampa en la que se estrella sistemáticamente el derecho a la justicia del ciudadano. Lo que ellos digan es cierto sin necesidad de ningún tipo de prueba y el ciudadano tiene que demostrar que es inocente, no ellos que es culpable.
Si, hablo de la presunción de inocencia y la conculcación diaria y sistemática de ese principio por parte de unos agentes, funcionarios o personal auxiliar, que en algunas de sus actuaciones se desenvuelven con total desapego hacia el ciudadano sin reparar en el daño que causan, o importándoles un bledo, y dejándole inerme en sus derechos y habitualmente en su bolsillo. Y también de un público dispuesto a linchar al policía o al personaje mediático, ¿se dice así?,  en función de las siglas de sus amores. En ambos casos hablo de una perversión ética.
Esta no es una visión que pretenda exculpar a la señora Aguirre, que no tiene justificación posible en su comportamiento si se demostrara cierto, y del que por otro lado no hay más testimonio que el de los agentes implicados y su presunción de veracidad, que para mí es como si no hubiera nada porque no creo en esa veracidad después de haberlos visto declarar en un juicio algo absolutamente diferente a lo vivido.
Sufra la señora Aguirre en sus carnes el desarrollo que ella y los suyos, y los suyos opositores han contribuido a poner en marcha contra el ciudadano de a pié, y valga este episodio como una llamada a recuperar la presunción de inocencia tan enunciada, referida y pisoteada. No en vano en castellano existe un refrán que demuestra hasta qué punto en nuestro país eso de la presunción de inocencia no casa en la vivencia popular: “Cuando el río suena…”
Si señor juez, yo, el presuntamente inocente, soy culpable salvo que milagrosamente pueda demostrar lo contario, ante la ley, ante la policía, ante hacienda  y ante cualquier organismo estatatal o paraestatal que para mi desgracia haya decidido considerarme culpable. Bueno, pueda demostrarlo y tenga recursos económicos para intentarlo.

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