martes, 7 de enero de 2014

                                                  DE DISCURSOS Y CONFIANZA

El segundo discurso inaugural de Lincoln y el que Roosevelt pronunció en su primera toma de posesión encabezan habitualmente la selección de los historiadores. Lincoln fué compasivo, habló de reconciliación al referirse a la guerra civil como doloroso camino para mantener la unidad de la nación y acabar con la esclavitud. Fué breve y mostró la magnanimidad que le dió tanta grandeza en la historia. Roosevelt, casi siete décadas mas tarde, se dirigía a un país en plena depresión, anonadado por el paro y con una economía devastada. Consiguió dar un mensaje de confianza e incluso de optimismo para que el sueño norteamericano renaciera entre los escombros de Wall Street. Su "nada tenemos que temer sino al propio miedo" ya es historia.


A partir del primero de los discursos inaugurales, por parte de Washington hace 220 años, precisamente en Nueva York, las antologías de oratoria presidencial incluyen a Kennedy, Reagan y Jefferson. Las encuestas indican que, al hablar, Kennedy se ganó la estima de buena parte de los que no le habían votado. Quedaron dos frases para siempre: "Nunca negociemos por miedo, pero nunca tengamos miedo a negociar" y "No preguntéis lo que vuestro país puede hacer por vosotros, sino lo que vosotros podéis hacer por vuestro país". La televisión retransmitió el lenguaje corporal de aquella Nueva Frontera y la repercusión fue mundial, casi instantánea.

De Ronald Reagan se recuerda: "En esta crisis actual, el gobierno no es la solución, sino el problema". Mas o menos gobierno, Estado mas interventor o no: ahí se cruza una frontera. Tras el mal sabor y la frustración general con Carter, Ronald Reagan alcanzaba una sólida popularidad, transmitió confianza al país y determinación frente al Comunismo. Dijo "Somos una nación que tiene un gobierno, no al revés. En la inauguración de su primer mandato Jefferson habló de justicia para todos y de un "sagrado principio": la voluntad de la mayoría ha de prevalecer, sin violar u oprimir los derechos de las minorías. De querer alguien disolver la unión norteamericana o cambiar su forma republicana, dejémosles estar tranquilos como monumento a la seguridad con que el error de opinión puede ser tolerado, cuando la razón tiene libertad para combatirlo".

De Obama, en su primera legislatura, se esperaba otra Nueva Frontera como la que expresó Kennedy, el aliento para salir de la recesión, como Roosevelt, el optimismo antideclive de Reagan. Además, el pretende ser un reconciliador, como Lincoln. Todo junto era mucho, seguramente demasiado, y el y todos sabemos que la experiencia histórica indica de forma amplia, que la palabra puede generar plataformas de confianza, pero solo la acción acertada puede encarrilar los trenes. Obama sabía que, como dijo Roosevelt en su primer discurso inaugural, "solo un optimista atontado puede negar las oscuras realidades del momento". ¿Le ha pasado a Obama lo mismo que a Zapatero?

Aunque era y es imprescindible un cambio de modelo económico en España, solo una cultura política y un estilo de dirección miopes como los de Zapatero, podían denigrar y demonizar a un sector como el inmobiliario, que es columna vertebral de la economía, convirtiendo sus ataques en auténticos torpedos bajo la línea de flotación, al rebotar en los medios de comunicación de los paises que son origen de la demanda internacional. Eso es lo que ha acelerado y profundizado la crisis de nuestro sector inmobiliario turístico. Y esa misma es la que se ha trasladado al resto de los sectores y a las finanzas públicas, devastando la confianza de los mercados.

A Rajoy le ha costado arrancar los dos primeros años de legislatura, pero ha hecho una política coherente con su discurso de investidura y coherente con su autor, sensata y con sentido común, construyendo puentes entre lo urgente y lo necesario. Aún toca desearle un buen trabajo y ¡mucha suerte!, para pasar de los 'brotes verdes' al crecimiento y creación de empleo. Por mi parte, le sigo deseando de todo corazón que acierte.

Partiendo de la afirmación de sus virtudes de fortaleza y paciencia, que yo creo que están en la base de su “estilo de dirección", y reconociendo que no tiene el carisma ni la fotogenia, pero tampoco la demagogia, del presidente inane y vacuo, que fué capaz de descomponer el país en las dos peores legislaturas de la democracia, lo que ha perjudicado a Rajoy en una España rebosante de endogamia y nepotismo y en el momento mas hondo de la crisis económica, le ayudará a gobernar en una España esperanzada y deseosa de superar las dificultades.

La seriedad sigue siendo un activo suyo. Espero que no lo dilapide si, por fin, los españoles maduran exigiendo rectitud en vez de incapacidad, vacío y corrupción, exigiendo la continuación de las necesarias, aunque impopulares, medidas estructurales que pongan las bases de la prosperidad futura. Esa madurez, alcanzada a base de palos y ruina, ha transcurrido por una senda, como he dicho, de incapacidad, vacío y corrupción, que empezó con la negación de la crisis, vendiendo la “moto” de que España estaba en la “Champions League”, sobrepasando a Italia y Francia, que nos pusieron después los deberes para superar nuestra propia crisis e incongruencia.

Y ahora, Rajoy puede gobernar con toda la legitimidad que le han dado las urnas. Se lo ganó a pulso. No debe nada a nadie, mal que le pese a muchos. Solo a sus votantes.Y quien le ha votado es una mayoría de españoles normales y corrientes. Declinante clase media ahogada en problemas y acogotada por el futuro, que le exige gobernar para sacarnos a todos de este embrollo, en vez de para unos pocos privilegiados, como hicieron sus antecesores.

Sigue teniendo por delante una labor muy ingrata. Puede que le pase como a Adolfo Suárez. Perdió las elecciones y el poder. Nadie le quiso en su momento: había gobernado. Tomó las decisiones más valientes en un entorno caótico dominado por una siniestra banda de criminales, que ahora pregonan que van a dejar de matar (como si lo anuncia la mafia, un asesino y un chantajista jamás tiene honor, y menos palabra). Es necesario mantener alta la guardia.

Como el tiempo pone todo en su lugar (no siempre), Suárez está considerado hoy como el mejor gobernante, hasta el momento, de la ya no tan joven democracia española. A muy larga distancia del segundo en la clasificación. Y será recordado con cariño y respeto como uno de los mejores presidentes del gobierno de nuestra historia pasada o reciente.

A Rajoy le podría pasar lo mismo. Podrá ser recordado como el gran estadista que fue Suarez, o como un flojo o errático gobernante, como alguno de los que le han precedido. Todavía estamos a mitad de carrera.

Dependerá de las decisiones que tome a partir de hoy y de la gente que designe para ayudarle. Porque el valor de un líder depende de la calidad de su equipo. Y los anteriores dejaron mucho que desear. Deberá seguir nombrando gente fiable, con aplomo, conocimientos y experiencia. El pragmatismo deberá ser su virtud. Ya está bien de tanto iluminado sin solvencia.

Bien sean las políticas desintegradoras o iluminadas de Zapatero, o el papanatismo que ha hecho quebrar nuestro otrora confortable e idílico mundo, ausente de deberes y plagado de derechos, sin dinero para pagarlos. No debe darse, como dije hace dos años, un paso más por tales sendas. Ahí está el precipicio.

Manuel Gandarias Carmona

Presidente de Honor de Live in Spain

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