Arnulfo estaba convencido de la necesidad de ayudar a su madre en la manutención de sus ocho hermanos menores y aliviar así la apurada situación familiar que se venía dando desde la muerte, ya hacía años, de su padre. En esas estaba cuando se enteró de que el taller de constructores había recibido varios encargos y estaban con exceso de trabajo.
Él siempre había sido hábil con las herramientas así que decidió presentarse en el taller para conseguir que lo admitieran.
Acabadas al día siguiente las tareas de mañana que desempeñaba en las caballerizas de una de las casonas de la villa decidió presentar su solicitud al maestro del taller con el que ya había hablado en alguna ocasión y que lo había animado a intentarlo.
Se disponía a llamar a la puerta cuando un individuo que estaba apoyado en el quicio le llamó la atención previniéndolo contra su intención:
-Alto muchacho, ¿Qué pretendes? – El hombre firme, correctamente vestido, con un puñal ostensible en el cinto, se interpuso con aplomo cortés entre la puerta y el joven Arnulfo.
-Señor vengo a solicitar trabajo ya que me he enterado de que el taller ha recibido varios encargos y creo valer para la labor a desempeñar.
-Pero ahora el taller está trabajando y nadie que no esté autorizado puede acceder al interior, ni nadie salvo yo o a quién yo se lo permita puede llamar a esta puerta en horario de trabajo.
-¿Y a qué hora he de volver pues?
-Vuelvas a la hora que vuelvas aquí encontrarás a alguien que te impedirá el acceso ya que no perteneces al taller
-Pero yo necesito hablar con el maestro, mi familia necesita de mi colaboración y yo creo ser válido para el trabajo que aquí se desempeña.
-Yo no puedo permitirte el acceso, pero si puedo tomar nota de tu solicitud y trasladársela al oficial responsable de los aprendices que tomará la determinación que considere conveniente. Así que si realmente quieres trabajar con nosotros dime la forma de localizarte y quien corresponda te buscará.
Días más tarde se hallaba Arnulfo en el mercado cuando vio al maestro que estaba asimismo comprando. Impelido por la necesidad de su familia resolvió acercarse y solicitar de nuevo un puesto en su taller.
-Maestro, mi nombre es Arnulfo y…
-Si Arnulfo, lo sé, deseas trabajar con nosotros en el taller ya que te consideras capacitado y además tu familia está necesitada de tu aporte.
-Si maestro.
-Como verás Arnulfo nuestro portero es un hombre eficiente y sensible a la información que recibe. Desgraciadamente yo no puedo prescindir de repente de una persona para examinar la valía de un candidato y el taller no es un lugar en el que se pueda entrar salvo que el solicitante haya sido examinado como operario y como persona ya que tan importante como la perfección de las formas es la armonía entre los que las trabajan ya que han de hacerlo en equipo si la construcción pretende resultar sólida. Espera, Arnulfo, alguien llamará a tu puerta para examinarte.
Reflexiona mientras tanto sobre el paso que vas a dar. Nuestro trabajo es duro, nos exige tiempo y dedicación y no siempre la paga es la justa. Y ahora perdóname Arnulfo pero he de acabar las compras que he venido a realizar y volver a mis tareas en el taller
-Gracias maestro y disculpad mi osadía por entreteneros.
-Tu osadía demuestra tu interés y eso también es importante, pero mucho más es que aprendas a confiar en aquellos que pueden llegar a ser tus compañeros. Yo solo soy el maestro, mi función es diseñar el edificio y dirigir la construcción, pero para las cosas domésticas existen oficiales responsables a los que yo nunca me saltaré sin motivo.
Todos y cada uno desempeñan sus responsabilidades y responden por ellas. Y te aseguro que el vigilante exterior al que ya conoces es riguroso en su trabajo y me tiene al tanto de todo aquello que sucede en el exterior de nuestra puerta y considera digno de ser tenido en cuenta.
Con Dios Arnulfo, practica con las herramientas mientras esperas a que te visiten, pero no olvides practicar también las virtudes como hombre, también se examinan.
Hipatia, Gracias Rafa
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