sábado, 26 de septiembre de 2009

Estar en Logia

Cualquier punto geométrico solo conocido por los Hijos de la Viuda, dispuesto según la tradición y la simbología iniciática, puede ser lugar ritual de reunión, taller masónico ordenado, centro de unión de personas con exigencia personal que de otra forma no hubieran llegado a conocerse, en definitiva, Logia.
 
Cuando los francmasones trabajan “están en logia”, proclamando así no solo una condición, la de iniciado, sino un estado, el de obrero laborioso en armonía con sus hermanos. Estar en Logia, pues significa más que la presencia física .Implica tener los ojos abiertos y los oídos alerta, elevar la mente despierta, dejarse empapar por las cadencias y el significado del rito.
La logia es un espacio delimitado, una coordenada espacio-temporal reservado a un instante preciso y un momento exacto. Irrepetible, pero capaz de generar millones de instantes idénticos que como el latido de las entrañas dan pulso a la vida y se repiten sin cesar, más allá del tiempo vulgar, formándola inmensa Cadena de Unión de la Masonería Universal, una vía Láctea de nuestro firmamento terrestre que atraviesa el horizonte de la existencia humana y guía nuestros pasos .
 
Pero no fuimos los francmasones especulativos del Siglo de las Luces los primeros en poner límites y levantar columnas en los cuatro puntos cardinales del recinto sacro. No hay más que contemplar cualquier admirable cromlech del Neolítico, como Stonehedgepor ejemplo, para comprobarlo. Incluso cuando la especie humana aún no había abandonado las cavernas, ya tenía sus santuarios en cuevas de difícil acceso donde daban rienda suelta a su espíritu libre y al afán misterioso por el conocimiento.
 
Los ritos más antiguos y los más puros nos hablan de cuevas-madre, de claros en el bosque bajo una roca y a la luz de la Luna. De la ceremonia de iniciación el culto de Mitra, los masones hemos heredado el hombro desnudo y la piel de cordero blanco recental. De los sumerios, el Zodiaco que resume el Universo y nos abraza en su infinitud inabarcable. De los celtas, el abandono de los metales, los tres grados de aprendizaje y el ágape. De los Collegia romanos, la idea de la perfección en el trabajo, de la consagración individual a la obra. Y en fin, de los constructores medievales de catedrales, los útiles, el conocimiento y gran parte de nuestro lenguaje. Con la bóveda celeste como techo o en el interior del templo, el ser humano ha erigido habitáculos simétricos para encontrarse a sí mismo y descubrir los arcanos del mundo.
 
Un enorme flujo de ríos y afluentes que han venido a formar el inmenso caudal de nuestro patrimonio hermético, pues esta es nuestra herencia, la Gran Tradición, el Arte Real que reclama lo mejor de nosotros pidiéndonos al mismo tiempo cautela, humildad y amor, es decir libertad, igualdad y fraternidad.
 
Pero no habremos cumplido nuestro propósito al abrazar la Orden si no hemos sido capaces de ejercer la más difícil y certera de las exigencias masónicas: la Tolerancia. Y no me refiero a una tolerancia más parecida al desdén, perdonavidas o altanera, que se tiñe de condescendencia, no. Esa es preciosamente la mala, la que hay que evitar como el colesterol. Me refiero naturalmente a una tolerancia que asume lo otro hasta comprenderlo y lo respeta en su magnitud, permitiendo que ocupe todo su espacio.
 
Pues, no olvidemos, la Logia es un recinto de diversidad donde se encuentran personas libres con exigencias éticas en pie de igualdad. Es un lugar de encuentro que se fundamenta en el reconocimiento mutuo. Pero no es una oficina, una empresa, un redil donde cada individuo busca sólo el pesebre y el calor de los congéneres. La Logia es un Templo de convivencia activa donde germina la fraternidad porque cada masón, cada masona, trabaja en su piedra para que encaje en las demás. Y sólo si esa piedra llega encajar mediante la armonía y el respeto más exquisito hacia los demás, podremos edificar, cada vez que estemos en Logia, el Templo mágico de la Masonería Universal .Sólo así, ensamblados con rigor, guiados por la sabiduría que vamos adquiriendo e iluminados por la belleza de esta gran obra, seremos capaces de formar la autentica Cadena de Unión, la que nos une con nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido y con quienes vendrán después. Una cadena tan larga y luminosa que sea cada vez más visible, como una Vía Láctea entre las constelaciones del Cosmos que acoge distintos universos en grandiosa armonía y que resulta tan estremecedora como esta música celestial de nuestra Columna de Armonía.
 
Prometeo M:.M:.